jueves, 8 de mayo de 2008

Número 8


Artículos
1.- Del Desarme del Pueblo al Control mediante la Institucionalización de las Armas.
2.- Del Desarme del Pueblo al Control mediante la Institucionalización de las Armas.
3.- El Fascismo como Opresión de la Clase Proletaria Editorial
4.- Reformas en el Sistema electoral chileno: Explicaciones, consecuencias y perspectivas políticas.
5.- Reconstituyendo la memoria Histórica del Movimiento Obrero Chileno. II parte (1919-1949)

Editorial
Las inminentes elecciones han recordado a los señores de la política representativa que deben entregar una imagen de preocupación por el pueblo y por sus intereses. Todos manifiestan tener la solución “en sus manos”. El pueblo, mejor que nadie, debe conocer su historia para poder ejercer así su rol, no dejándose embaucar por quienes histórica y sistemáticamente los han reprimido después de usurparles sus votos. Ya no sólo es la represión directa que se ejerce sobre él, sino que ahora se produce una desarticulación planificada de todos sus medios de lucha política; los sindicatos, que en sus primeras épocas fueron organizaciones de lucha, hoy en día son intervenidos con el fin de desmovilizarlos, siendo ésta una política institucional que busca la atomización de los trabajadores mediante de la burocratización de sus dirigentes. Esto, sin embargo, no sólo es capricho de burgueses y juego de niñitos bien educados. El pueblo desclasado cumple con su papel reclamando sólo parcialidades y esperando que se cumpla puntualmente con las promesas hechas por el Estado benefactor. Pero este pueblo en realidad no es el pueblo proletario, no son quienes deben arriesgar todo en la lucha, ni aquellos que nada tienen que perder, sino que ciertos acomodados personajes; hermanos del concilio, adictos a las reformas, y
veneradores de la concertación. Son los tibios detractores que en nombre de la sociedad civil y la libertad de expresión se tragan toda la comedia de la sociedad de consumo y sus postmodernos espejismos.
Nosotros, como proletarios, no creemos ni confiaremos nunca en el Estado de bienestar capitalista. Pues sabemos que utilizando la caridad (ahora santificada nacionalmente con el cura Hurtado) nos pasan gato por liebre, entregándonos su supuesta protección cuando en verdad lo que nos dan es el control total de nuestras acciones. ¡Despertemos!... ¿o vamos a esperar hasta que canonicen nuestra espera?

Si queremos ejemplificar la falta de representación y el control que ejerce el Estado sobre el pueblo proletario y campesino, no debemos más que asomar nuestra mirada hacia el conflicto mapuche, en el cual se viene observando una fuerte escalada armamentista por parte del Gobierno, todo con tal de dar seguridad, ¿a quién? A los capitales que han usurpado esas tierras, militarizando el conflicto en contra del mismo pueblo, ¿es así como pretenden terminar la transición? ¿Sólo borrando la firma del “ratero Pinochet” y poniendo la de Lagos?. Será ingenuo pensar que tal política se irá junto con el gobierno de aquel individuo “salvado de la DINA por los pacos”; lo más predecible es que se incrementará el armamentismo en contra del pueblo, baste recordar que la candidata Michel “Charchelet” no sólo es hija de uniformado, sino que también fue ministra de defensa, con grandísimos cursos de estrategia y de milicia en general. ¿O vamos a creer que le entregará las armas a su “pololito” del frente?...
Desde esta tribuna alzamos la voz afirmando que aquí no hay ninguna transición acabada, al contrario, las contradicciones se agudizan cada día más; ya no es sólo el proletariado entendido a la manera clásica (obrero) quien se enfrenta al capital defendido por el Gobierno, sino que es el proletariado en cuanto clase desposeída quien encarna el poder revolucionario, son los deudores habitacionales, los trabajadores sin contrato, los inmigrantes de países industrializados, los sin casa, los sin papeles etc. Las recientes jornadas parisinas
en que cientos de inmigrantes descontentos con la desocupación y los tratos vejatorios han saqueado e incendiado barrios y automóviles, recordando que la Comuna de París no está a años luz, sino que revienta en cualquier esquina o jornada de protesta, es ahí donde intentamos emprender la lucha, pero no realizando acciones de elite, porque sabemos que las vanguardias son más apropiadas para los Dalí y los circos nómades que llegan al Bellas Artes. Para organizar la lucha necesitamos organizaciones de base, no más revolucionarios vip, ya nos cansamos de adorar imágenes. La revolución social se debe aunar en un movimiento que tenga como eje central la lucha organizada y sin rostro, y la estrategia correcta hacia la destrucción del capital bajo todas sus formas. Es así, que mientras las revistas Ercilla y Capital no se cansan de aplaudir los milagros a sus arcas concedidos por San Ricardito, Negación de la Negación aboga por la agudización radical de las contradicciones de clase; han sido seis años negros para la clase trabajadora nacional y de nuestros vecinos, sólo el fuego de nuestras barricadas podrán iluminar los años que quedan antes de alcanzar la victoria definitiva...
"La republica democrática es la mejor envoltura política de que puede vestirse el capitalismo, y por lo tanto el capital, al dominar, esta envoltura, que es la mejor de todas, cimienta su Poder de un modo tan seguro, tan firme, que ningún cambio de personas ni de instituciones, ni de partidos, dentro de la republica democrática burguesa, hace vacilar este poder"
(Lenin, V. I., “El Estado y la Revolución”.
Fundación de Cultura universitaria. Montevideo. Página 19)

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